En mi trabajo, la fotografía funciona como reveladora de la belleza en lo cotidiano, ilumina lo que estaba oculto a plena vista, apariciones que quizás de otro modo hubiesen pasado inadvertidas.
La ciudad ocupa un rol central que nace de mi fascinación por el espacio urbano, la calle y sus habitantes. La observación siempre genera preguntas: ¿quiénes son? ¿qué están pensando? ¿a dónde van? ¿de dónde vienen? ¿qué desean? La ciudad es un escenario cargado de una inmensa energía erótica y vital. Sacar fotos es una forma de aprehender el mundo, de devorarlo. También es un intento de congelar en el tiempo lo fugaz, frágil, absurdo y fascinante de estar vivos.
Hay una gran influencia cinematográfica que atraviesa todo mi trabajo. El cine ha sido fundamental para mí. Me interesa fotografiar escenas enigmáticas que encierran la tensión propia de un lugar donde está a punto de suceder algo o donde acaba de suceder algo.
Suele haber una puesta en escena de la mirada a partir de figuras que ven, leen u observan algo que generalmente no está enteramente disponible a la vista, que está velado, obstruido o situado por fuera del encuadre. Esta presencia en ausencia del fuera de campo inyecta tensión en la imagen y cristaliza la idea de que toda visión es parcial y toda mirada es limitada. La idea de la mirada subjetivizada se replica en las fotografías tomadas a través de vidrios, superficies semi-transparentes y filtros de color. También está implícita en la profundidad visual y el desdoblamiento de los espacios a partir de ventanas, puertas, espejos y reflejos.
En mis imágenes las personas suelen aparecer de espaldas, parcialmente visibles, nunca enteramente disponibles, el “otro” es un misterio inaccesible al que la cámara es capaz de captar solo parcialmente. Este recorte aporta un sentido de extrañeza; carga a la fotografía de sugestión y da lugar a la fantasía y la imaginación. Se produce un vacío narrativo, un enigma que debe rellenar y descifrar el espectador.
Los foto-collages y las Series Invert, Roja, Éter, Ripped y Art Fairs, reflexionan – a partir de distintos recursos – sobre los límites de la visión y la mirada; cuestionan nociones sobre la veracidad de las imágenes y la relación entre tiempo y fotografía.
La fotografía permite acceder al instante, ese momento suspendido en el tiempo al cual no tendríamos acceso en nuestra percepción temporal. Pensar el instante supone una concepción del tiempo estática, pero al introducir una serialidad, un conjunto de fotografías que corresponden al mismo momento, enfatizo la idea de que aquello que estamos mirando es parte de un flujo ininterrumpido de imágenes, remarcando la temporalidad a la que está sujeta ese momento, revelando de este modo la idea ilusoria del instante.
La sucesión de fotografías en serie, una detrás de la otra, introduce además la posibilidad de formar una historia que vincule las imágenes. Los espacios en blancos que separan una imagen de la otra son incisiones, elipsis que fragmentan la continuidad pero a la vez suscitan al espectador a que reconstruya una posible trama que vincule a las imágenes entre sí.
La fotografía es un ejercicio de reconstrucción de lo real. El artificio, aun cuando no es aparente, enfatiza la construcción detrás de toda imagen. La imagen es siempre una impresión, una forma subjetiva de comprender la realidad. No se puede mirar directamente al sol, solo podemos ver el mundo iluminado por la luz que irradia.
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